Google Glass: ¿el inicio de la histeria antitecnológica?

La integración de dispositivos en la vida diaria podría apoderarse del cuerpo humano.

Por naturaleza instintiva tememos a lo diferente, a aquello extraño que parece amenazar nuestro bienestar, en ocasiones sin saber que detrás de esa máscara aterradora se esconde un portento capaz de cambiar el mundo. Desde el fuego primigenio que alumbraba las fogatas de los primeros antepasados y hasta la impresión 3D, las grandes mentes de la civilización trabajan arduamente para mejorar la vida diaria pero frente el progreso, a veces cuesta trabajo adaptarse y no todos estamos dispuestos a dejar viejos hábitos para abrazar las novedosas tendencias.

Ante la creciente integración de dispositivos móviles a la cotidianeidad, pareciera que faltan sólo algunos pasos para que la tecnología vanguardista se meta –literalmente– debajo de la piel y así, estemos siempre conectados a la Nube, documentando no sólo nuestras ideas escritas, sino toda vivencia audiovisual. Para ejemplo el intento de Google por ofrecer una realidad paralela de información constante con las exóticas gafas llamadas Glass. Tal experimento a punto de convertirse en producto masivo tiene como intención arrebatar mucha de la atención que ponemos sobre la pantalla del teléfono, valiéndose de un uso más orgánico que sujetar un bloque en el oído, y al apostar por las virtudes de la realidad aumentada. Millones estamos emocionados por las posibilidades, millones entran en pánico por las implicaciones invasivas en asuntos ajenos.

Para el director de Google, Sergey Brin, Glass es el inicio del futuro
Para el director de Google, Sergey Brin, Glass es el inicio del futuro

Aún si esta invención luce como el fin de nuestra privacidad y a la vez el inicio de una era sin genuina intimidad, los alarmistas ya comienzan a tomar armas en contra. Todavía no se estrena y un bar en Seattle ya prohibió el uso del dispositivo en adelanto a posibles abusos. Mientras tanto, expertos de la industria y hasta analistas financieros dicen que Glass va más allá de un inocente experimento, que se trata de una maliciosa estrategia de Google por conspirar junto a gobiernos para cerrar el círculo perfecto de vigilancia.

En pocas palabras, los Googleofóbicos predican que las libertades de la sociedad se verán sofocadas por la tecnología en un fenómeno directamente proporcional al uso de Internet, entre más usemos la red mundial para comunicar el diario haber, más seremos víctimas de la vorágine totalitaria. No suena tan descabellado, pero los detractores no toman a consideración variables externas, es decir, la competencia o el hecho de que en donde hay dinero, suele nacer la diversidad. Al igual que Apple vio como su exclusivo mercado de iPad se saturaba por tablets de todos tipos y calidades, las novedades de Glass no serán exclusivas de Google.

De hecho nunca lo fueron pues la tecnología para vestir dista de ser innovación y en particular la noción de anteojos inteligentes surgió en 1970 de mano de Steve Mann, un profesor de la universidad de Toronto que con auténtica visión futurista consideraba su invento, el EyeTap, como un paso a porvenires liberadores y en los que la gente común recuperaría su poder frente a los gobiernos autoritarios. En pocas palabras, contrario a los temores despertados por Glass. Dentro del mundo propuesto por este pensador, la ciudadanía combatiría las injusticias con un ojo siempre vigilante, siempre capaz de denunciar la corrupción y los malos actos, siempre con la misma persistencia que las autoridades vigilantes. Por supuesto no hacen falta gafas de espía para cumplir ese propósito y aunque serían más convenientes para pasar desapercibido, en China ya se destituyó a un funcionario corrupto tras ser evidenciado frente a la cámara.

Steve Mann, el padre anónimo de Google Glass
Steve Mann, el padre anónimo de Google Glass

Desafortunadamente hace falta más que una tesis de buenos deseos. En un giro inesperado de ironía, Mann fue atacado en un McDonald’s de Francia por portar dicho dispositivo, convirtiéndose en el primer caso documentado de racismo tecnológico. El EyeTap tomó a muy grandes rasgos la cara del agresor, pero en mayor ironía, fueron las cámaras de vigilancia las que definieron la identidad. A pesar de no prestar tanta atención, la tan temida invasión a la intimidad ya está presente en la forma de una lente de seguridad y en ciudades como Londres, ya no queda recoveco donde esconderse del ojo electrónico. Claro, no es para alarmarse, tanto como es posible intervenir cualquier señal telefónica, si eres objetivo de las entidades gubernamentales es seguro que no hay donde correr, de otro modo eres uno más entre las multitudes.

En lugar de las reacciones álgidas lo que hace falta es confiar un poco en la evolución natural de la tecnología que hasta la fecha sigue beneficiando más que perjudicar. Glass tiene mucho que demostrar y es probable que ni siquiera provoque una revolución, en todo caso parece ser el andamio para que otros productos más fascinantes se sumen a nuestro guardarropa.

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